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martes, 2 de abril de 2013

DE AGUINALDOS Y DIABLURAS

Nos aprestamos a vivir “la mejor época del año”, un diciembre que el pueblo, las comunidades y las familias preparan. Un diciembre que tiene el dulce sabor añejo, que rememora otros años y se confunde con las nuevas estéticas y dinámicas. En otros tiempos fue una tradición que reunía a todas las veredas y sectores del municipio, que cada tarde del 16 al 24 de diciembre llegaban al Parque Principal con disfraces, pólvora, carrozas, murgas, comparsas y toda la alegría que invitaba a vivir la época decembrina. Las tardes de Tibasosa se llenaba de fiesta, adornada por los múltiples colores de quienes salían vestidos de diablos, traje típico con fique, anilina, careta y vejiga que siempre acompañaba esta muestra de jolgorio y recorría las calles del pueblo, persiguiendo a quienes le “toriaban”.


Las casas y casonas lucían impecables, adornadas de luces, pesebres, árboles y flores y por sus calles colgaban instalaciones de bombillos de colores. Se apostaban los aguinaldos, al sí y al no, pajita en boca, hablar y no contestar, dar y no recibir hasta el inocente beso robado. Los juegos aparecían por todas partes: aros, patinetas de madera, carros de balineras y trompos conjugan el día y fundían la noche con los ponchados, la lleva, el cunclí y las escondidas. Pero como todo, llegaron otros tiempos, nuevas generaciones, los olvidos y otras manifestaciones, que abandonaron la esencia del aguinaldo tibasoseño. Las veredas se quedaron en su propio escenario, los disfraces y comparsas colgados en el cuarto de San Alejo y el auténtico vestido de diablo pasó a ser cualquier trapo con alguna máscara. Los aguinaldos no se apuestan, se viven y los juegos dieron un giro para otros usos de lo público.

 En el año 1988 aparece debajo del inmenso árbol de eucalipto, en el Parque Principal, el denominado “Pesebre más Grande de Colombia”, que desde entonces conserva su escenario. Luego las iluminaciones de la iglesia, las casas y edificaciones de sus alrededores. Un poco más arriba en el Chorro de Juan Pérez, a sólo dos cuadras del Parque, otro pesebre, con escenas bíblicas, que en los últimos años fue trasladado a las orillas de la Quebrada Grande. Mientras tanto, las tardes de aguinaldos, esa fiesta de integración queda rezagada. En el año 2006 la Alcaldía Municipal y la Corporación de Ferias y Festividades - Corfestiba, abren un escenario para promover que las comunidades vuelvan a vivir el tradicional aguinaldo tibasoseño. Se programan junto con al párroco las tardes por sectores urbanos, se apoya la logística en cada lugar, se realizan concursos de disfraces y comparas y del tradicional vestido de diablo, antecedido por un taller con niños y jóvenes para que ellos mismos lo elaboren. Esta iniciativa recobra parte de las costumbres decembrinas y la fraternidad del pueblo, pero es una propuesta que debe fortalecerse. Se demostró que la tradición vive, que no necesita ser rescatada, sino recreada e impulsada, que tiene ganas y mucho talento. Así que el escenario está dispuesto, los tibasoseñ@s, niños, viejos, jóvenes , adultos, hombres y mujeres, listos para compartir un aguinaldo que nos vuelva a ser sentir nuestras identidades y el sentido de pertenencia. VER VIDEO AGUINALDO 2010


DEL DISFRAZ DE DIABLO

 El oficio artesanal de vestirse de diablo en Tibasosa, era un arte, un esparcimiento y un motivo de festejo que iniciaba los últimos días de noviembre, con la llegada de las vacaciones académicas de final de año. Lo primero era alistar o conseguir un pantalón y una chaqueta viejos, de esos que ya no se usaban o aquellos de los papás habían dejado en el cuarto de San Alejo. A la par, había que ir a las orillas de las quebradas para traer la greda o arcilla con la cual se moldeaba la careta. Con las dos prendas listas y asegurándoles uno que otro remiendo, se compraban las madejas de fique, se cortaban en hilachas de unos cinco o seis centímetros de largas y éstas se teñían con anilina roja, verde y amarilla, más una que se dejaba blanca.

Una vez estuvieran completamente secas, se procedía a pegarlas por colores a punta de aguja y pita o hilo en franjas horizontales tanto en la chaqueta como en el pantalón. Así quedaba lista esta parte de vestuario. Por su parte, con la greda se moldeaba la máscara o careta, que generalmente presentaba cachos, nariz, ojos y en algunas ocasiones boca. Las había también de indio. El arte de la careta estaba primero en un buen modelo, luego en la empapelada, que era alistar papel periódico o de otro tipo y con engrudo echarle muchas capas de papel, quince, veinte o más. Se dejaba secar algunos días y se retiraba con mucho cuidado la greda con lo cual se obtenía la máscara. Lo demás era hacerle un buen retoque con pintura, con un chuzo caliente abrirle sendos huecos en los lados y colocarle un caucho grueso para sostenerla por detrás de la cabeza. Ahí estaba el tradicional vestido de diablo. Escuchar relato

Para salir bastaba colocárselo, un par de tenis o alpargatas, una bayetilla o pañoleta para cubrirse la parte de atrás de la cabeza y una vejiga elaborada con trapos, cabuya y un palo para sostenerla en la mano. Se recuerda que en ocasiones a este vestido se le colocaban tapas de las botellas de cerveza machucadas que producían un ruido que anunciaba la presencia del diablo. De la vejiga, en un principio se hacía con trapos o medias rellenas de chiros e incluso arena y que después fue cambiada por la bomba o vejiga de la res, que es la que se usa actualmente. Este elemento del disfraz resulta de suma importancia, pues la salida del diablo a las calles tibasoseñas en las tardes del 16 al 24 de diciembre, es para perseguir a quien se arriesgue a “toriar diablos” y repartir castigos con la vejiga. Ese es como el deber ser del diablo, como su condición o función pública. En otras palabras, el tiempo de un diablo en la calle depende de que su vejiga permanezca inflada, ya que una vez se desinfla o rompe, no puede castigar a nadie.

Su deber ahí es retirarse o conseguir una bomba nueva. Se recuerda que lucir este traje era casi exclusivo de personas adultas, quienes no permitían que fueran reconocidos, para lo cual conseguían zapatos prestados, cambiaban de caminado, aparecían en lugares lejanos a su casa o se inventaban mañas para tapar al máximo su identidad. Claro, también era casi exclusivo para hombres. La mujer en esto no ha ganado mayor espacio. Por esa historia, por el arte y el tiempo, este oficio ancestral de vestirse de diablo en ocasiones se tornaba en una labor de familia, donde se alternaba o dividía el trabajo y de igual manera se hacía con los días y los momentos para lucir el vestido. Cabe recordar que hubo personas y familias que elaboraban los trajes y los alquilaban por horas. Cabe recordar que muchos fueron famosos por este arte que hoy, en estos tiempos, ya no son lo que fueron, ya no lucen el colorido del fique teñido, ni la gracia de correr, alcanzar y castigar. Y es que ahora las tardes de aguinaldos, que se vestían de colores con la recreación de los diablos es otro cuento, parece que estamos viviendo otra historia y que la cultura, la identidad y la tradición del diablo tibasoseño se esconde bajo otros disfraces y otras motivaciones.

Si uno puede y “lo dejan” pararse un momento en el parque en estas tardes, es para preguntarse qué ha pasado pasado?. Desfilan disfraces de todas las formas, colores y sabores, cuya única característica es tener la bomba de la vejiga de la res. Lo demás son overoles viejos, trapos, caras pintadas, máscaras de caucho y cantidades enormes de hollín y hasta betún que uno tras otro van plasmando en los rostros y la ropa de quienes se atreven a salir al parque. Claro todo parece un carnaval e incluso hay a quienes les gusta y hasta se lo gozan porque saben a lo que van. Hay otros que saben que en cualquier momento les puede tocar y van ligeramente preparados con ropita vieja, pero muchos otros disfrazan su rabia con la mancha negra que cubre su rostro, producto de una mano que tiznó su ambiente.

Ya no es un arte de gente adulta, los niños y los jóvenes ahora son mayoría y quizá desconocen que personas como “Los Chicharrones” fueron artesanos del disfraz de diablo, que sus padres y abuelos saben pequeñas historias como estas para recrear a Tibasosa desde su misma tradición. Es hora de una conversa, de aportar de una y otra parte, tal vez un reencuentro, los desfiles, los concursos y los talleres de elaboración de trajes de diablo. Estas y otras tantas posibilidades urgentes, porque la indignación aumenta, las quejas gritan, la policía escucha e intenta conciliar, pero si no mediamos los gustos con los intereses, el pasado con el presente, estas tardes de diablos en el parque pueden convertirse en un chicharrón. VER VIDEO 

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